Pablo Neruda
Soliloquio en Tinieblas
Entiendo que ahora tal vez
estamos gravemente solos,
me propongo preguntar cosas:
nos hablaremos de hombre a hombre.

Contigo, con aquel que pasa,
con los que nacieron ayer,
con todos los que se murieron
y con los que nacerán mañana
quiero hablar sin que nadie escuche,
sin que estén susurrando siempre,
sin que se transformen las cosas
en las orejas del camino.

Bueno pues de dónde y adónde?
Por qué se te ocurrió nacer?
Sabes que la tierra es pequeña
apenas como una manzana,
como una piedrecita dura,
y que se matan los hermanos
por un puñado de polvo?

Para los muertos hay tierra!

Ya sabes o vas a saber
que el tiempo es apenas un día
y un día es una sola gota?
Cómo andarás, cómo anduviste?
Social, gregario o taciturno?
Vas a caminar adelante
de los que nacieron contigo?
O con un trabuco en la mano
vas a amenazar sus riñones?
Qué vas a hacer con tantos días
que te sobran, y sobre todo
con tantos días que te faltan?

Sabes que en las calles no hay nadie
y adentro de las casas tampoco?

Sólo hay ojos en las ventanas.
Sí no tienes dónde dormir
toca una puerta y te abrirán,
te abrirán hasta cierto punto
y verás que hace frío adentro,
que aquella casa está vacía,
y no quiere nada contigo,
no valen nada tus historias,
y si insistes con tu ternura
te muerden el perro y el gato.

Hasta luego, hasta que me olvides!
Me voy porque no tengo tiempo
de hacer más preguntas al viento.

Tengo tanta prisa que apenas
puedo caminar con decoro,
en alguna parte me esperan
para acusarme de algo, y tengo
yo que defenderme de algo:
nadie sabe de qué se trata
pero se sabe que es urgente
y si no llego está cerrado,
y cómo voy a defenderme
si toco y no me abren la puerta?

Hasta luego, hablaremos antes.
O hablamos después, no recuerdo,
o tal vez no nos hemos visto
ni podemos comunicarnos.
Tengo estas costumbres de loco,
hablo, no hay nadie y no me escucho,
me pregunto y no me respondo.